Con su futuro profesional asegurado, Claudina Cervera Calero lo dejó todo para seguir a Dios en la comunidad de las Bienaventuranzas y ahora vive en Bélgica.
“Tenía muchos planes, tenía todo lo que necesitaba para ser feliz, pero me sentía vacío; En ese momento llegó la llamada y dejé todo”, compartió la monja yucateca.
Claudina Cervera recibió la consagración de profesión perpetua en la comunidad de las Bienaventuranzas en una ceremonia celebrada el pasado sábado en Thy le Chateau, Bélgica, donde permanecerá hasta que se concierte un nuevo nombramiento. A la yucateca se le dio el nombre religioso de Sor Isabel. La iglesia de la ciudad se llama María Medianeira de todas las gracias.
La monja fue enviada a la comunidad en Bélgica en 2020 después de permanecer en Francia durante una década.
En Mérida estudió en el Colegio Peninsular Rogers Hall y estudió Ciencias Actuariales en la Facultad de Matemáticas de la Universidad Autónoma de Yucatán.
Su primera llamada se produjo entre los 15 y los 16 años, cuando aún cursaba el bachillerato. “Fue la primera vez que escuché el testimonio de algunas hermanas consagradas que dejaron todo por seguir a Cristo y sentí ese llamado a dejar todo por seguir a Cristo”, compartió la monja de 38 años.
Pero en ese momento ella tenía muchos planes, «Yo quería casarme, estudiar, realizarme profesionalmente y le dije ‘Señor, te doy mi vida pero a mi manera’, no quería darle el control total y seguí mi vida.»
Sin embargo, esta decisión causó un vacío en ella hasta que durante una peregrinación a Medjugori, Bosnia y Herzegovina, de pie ante el Santísimo Sacramento, el amor de Dios resonó de otra manera en su corazón.
En ese momento eligió a Dios sobre todas las cosas. “Le dije ‘Señor, aquí te doy mi vida, no importa lo que quieras, si es para casarte conmigo, si es para consagrarme a ti, estoy seguro que será para mi felicidad, solo muéstrame la camino a mi felicidad’ y en ese momento sentí muy claramente la pregunta en mi corazón: ‘¿Me seguirías aunque fuera en la vida consagrada?’”.
Este llamado llegó a lo más profundo de su alma, “era radical”, pero también había muchos miedos. “Yo no sabía de vida consagrada ni de otras religiosas; Conocí a sacerdotes, por lo que lo desconocido da mucho miedo”.
También pensó en lo que diría su familia, “cómo van a reaccionar”, pero sintió la necesidad de “pasar y saber si esto es lo que quiero, y si es así, tendré la fuerza para enfrentar lo que sea”. .” Y así fue como comenzó su camino de discernimiento.
En la Arquidiócesis de Yucatán participó en un círculo vocacional a escondidas de su familia. “En ese momento no le dije a nadie, solo lo sabía una hermana y un sacerdote que me acompañaba”.
Quería estar segura para poder contárselo a otros más tarde, y fue entonces cuando decidió hacer una experiencia en la comunidad de las Bienaventuranzas y vino a Francia con el pretexto de aprender francés.
En Europa, “estar lejos de todo era más feliz; me llamó la atención la vida de oración, la liturgia y la comunión fraterna y sentí una certeza interior de que este es mi lugar”.
La monja yucateca conoció a la comunidad de las Bienaventuranzas mientras asistía a un festival juvenil en Medjugori. “Yo estaba frente al Santísimo Sacramento, había una hermana de las Bienaventuranzas que animaba los bailes y las alabanzas; Yo era joven, radiante, feliz con el amor de Dios”.
Aquella monja la impactó tanto que decidió acercarse a ella y compartirle sus dudas, preocupaciones y miedos; “Me mantuve en contacto con ella incluso después de regresar a México; Fue gracias a ella que llegué a conocer la comunidad”.
Ingresó a la comunidad religiosa en 2011. Después del Aspirante, completó un año de Postulantado, luego de Noviciado y de votos temporales, hasta que el pasado fin de semana emitió sus votos perpetuos. “Llegar a este momento es entregar la vida totalmente a Dios y para toda la vida”.
“En la comunidad hice votos de castidad, obediencia y pobreza; es para toda la vida”, dijo la monja, quien era vecina de las colonias García Ginerés y Buenavista en Mérida. La joven pertenecía a la parroquia de María Inmaculada.
En 2018, se tomó un descanso de la comunidad en Francia porque necesitaba maduración humana. Regresó a la comunidad en 2019 y luego fue enviada a Bélgica.
Es responsable de la limpieza del hogar, la evangelización con los jóvenes y el cuidado del jardín, entre otras actividades.
La Comunidad de las Bienaventuranzas es de origen francés, fue fundada en 1973 y tiene casa en Puebla. Es una familia eclesial de vida consagrada, con tres ramas: hermanas consagradas y hermanos consagrados que pueden ser sacerdotes o religiosos y laicos.
Sor Isabel instó a los jóvenes a no tener miedo si se sienten llamados. Recordó las palabras que dijo san Juan Pablo II: “no tengáis miedo y seguid adelante, tened confianza en Dios, lo único que Él quiere es vuestra felicidad”.
Dios es fiel y a pesar de las dificultades que puedan surgir, siempre os da gracia, siempre está a nuestro lado, nos sostiene.
“La vocación es un don, es un don de Dios, es algo extraordinario sostenido por la gracia”, aseguró.
Sor Elizabeth es hija de Carlos Cervera Ortiz y Flor Calero Rosado. Nació en Mérida el 14 de agosto de 1983.
La Arquidiócesis de Yucatán se unió a la familia para regocijarse y desearle a la monja yucateca un futuro promisorio dentro de sus comisiones al servicio de Dios Nuestro Señor.— CLAUDIA IVONNE SIERRA MEDINA