Desde hace más de 20 años, la misionera Edelmira Cedeño, nacida en la región Paicol del Huila, es trabajadora social en África. Actualmente trabaja con más de 250 personas, entre niños, jóvenes y hombres y mujeres que viven con VIH y lepra.
Inicialmente, el viaje a África iba a durar unos meses, pero finalmente se convirtió en años de servicio comunitario y servicio comunitario. Esta es la historia de Edelmira Cedeño, una hermana misionera de Paicol, Huila. Desde hace más de dos décadas es un apoyo sin fines de lucro para niños, jóvenes y público en general.
En entrevista con LA NACIÓN, Paicoleña relata su historia y el motivo de su viaje al continente africano, realizado el 12 de marzo de 1997.
“Edelmira Cedeño es hija del amor, muchas veces llamada ‘Vicentina’. Soy paicoleña, hija de una familia tradicional, de quien aprendí el valor del amor y la responsabilidad. “Actualmente soy misionera y desde el 12 de marzo de 1997 He estado en África Central, entre Ruanda, Burundi y la República Centroafricana”, dijo.
Sobre la expedición africana, Paicoleña recordó que “en 1994 hubo un genocidio masivo entre las tribus tutsi y hutu en la República de Ruanda, que dejó una huella imborrable en el mensaje. En ese momento me encontraba desempeñando mis funciones en la zona de Los Olivos de Barranquilla. Lo llamamos África porque viste todo el sufrimiento en Colombia”.
Después del genocidio, hecho que dejó entre 500.000 y 1.000.000 de muertos, la congregación Edelmira recibió un llamado para expresar su amor por la obra en Jerusalén y África. Luego de presentar una solicitud por escrito, se recibió y fue en este punto que paicoleña se embarcó en este largo proceso que continúa.
“Me enviaron a Francia para aprender un poco de francés, para poder comunicarme con las hermanas debido a uno de los idiomas oficiales de la congregación. Después de eso me enviaron a Ruanda y luego a Burundi por un mes, que resultó tener más de 20 años, ahora estoy en República Centroafricana”, agregó.
Respecto al trabajo que ha venido realizando en África, la huila resaltó que trabaja con personas de todos los orígenes, pero para ella lo más importante es aprender a ser respetuosa, servicial y aprender de las diferentes culturas que se ven. las personas con las que trabaja.
“La primera tarea es aprender a ser respetuosos y serviciales, porque se hace trabajo comunitario, comunitario y evangelístico. Ayudamos a la gente a crecer mejor, a producir mejor y por eso tratamos de combatir la desnutrición”, dijo.
“En segundo lugar, es lamentable que en los tres países donde vivo, los derechos de las mujeres no se aborden plenamente, especialmente para las niñas que pueden trabajar. Enseño costura, tejido, también manejo, el auto que manejo es como una ambulancia en el campo. Y en tercer lugar, también trabajo para formar líderes en la construcción, para poder formar a los constructores de piedra y piedra”, agregó.
Uno de los mayores problemas de Edelmira fue el trato con culturas completamente diferentes, pues con el paso del tiempo en suelo africano se trabajó con paganos, musulmanes, cristianos, católicos, etc. Sin embargo, asegura que lo más importante es el servicio comunitario que cada uno hace para lo que más se necesita.
“Algunos de nosotros creemos en Dios y otros no. Algunos van si creen que es un asunto o evento personal y otros no. Así que nos ayudó a mirar lo importante y lo común. Todos los que vamos a África lo hacemos por una razón y es local. Lo importante es que cuando todos empecemos a darnos cuenta de que tenemos la misma causa de diferentes maneras, eso es importante”, dijo.
Actualmente, Edelmira funciona en una escuela cerca de una vía no asfaltada, por lo que puede considerarse tanto rural como urbana. Según él, en las zonas rurales trabaja con 89 estudiantes adolescentes en la escuela. Además, también hay 122 niños menores de ocho años en el jardín de infancia.
Por otro lado, también trabaja con una población de 289 personas que viven con VIH y lepra.
«Hay mas que hacer»
Con más de dos décadas de servicio a la comunidad, la mujer del Huila dice que aún queda mucho por hacer, pues son ellos quienes la cumplieron porque la aceptaron como su pareja, a pesar de ser colombiana.
“Creo que estoy perdiendo mucho porque ellos son los que me han cumplido. Primero, me aceptaron como extranjero y aprendí a vivir según sus estándares. Creo que crecí respetando las diferentes religiones porque trabajé con paganos, musulmanes, hechiceros, brujos, cristianos, católicos y protestantes y hasta ahora no hemos tenido ninguna discusión sobre la situación”, dijo.
“Además, durante todo este tiempo hemos hecho la dignidad de la mujer en el trabajo, cuando llegué a todo el trabajo que hacen los hombres hoy en día diría que la mayoría de esas niñas son dignas. De la misma manera, creo que luchamos contra el matrimonio, ayudándolos a elegir pareja”, agregó.