A los 6 años, Andrea habla español, italiano, ruso y francés.
El caso de una niña que vende dulces, que sorprende a algunos ecuatorianos porque habla cuatro idiomas a los seis años, se difundió en las redes sociales.
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La niña fue capturada en Ecuador mientras su madre y su hija repostaban en un puerto de Portoviejo. La madre de Francia escuchó que la niña tenía acento francés, por lo que le pidió a la niña que fuera a su automóvil.
Hablando con ella, la niña les dijo que se llamaba Andrea, habla español, francés, ruso y «un poco» de italiano. Dijo que sus padres trabajan en un circo y que aprendió a hablar todos estos idiomas cuando viajaba con su familia de un país a otro de Europa. También dijo que quería trabajar como veterinario porque le gustaban los animales.
Las mujeres en el auto le prometieron a la niña políglota que le comprarían una caja entera de dulces si cantaban una canción en un idioma extranjero. Cuando dejó de cantar la canción rusa, le pagaron el costo de una caja doble, pero le dijeron que se quedara con los dulces.
Aunque el video ha conmovido a millones de personas en las redes sociales, hay que admitir que Andrea no es la única chica que trabaja en la calle y eventualmente habla varios idiomas. Especialmente en las zonas turísticas, muchos niños que viven en la pobreza tienen que aprender varios idiomas para poder vender sus productos a los extranjeros.
Según organizaciones internacionales como UNICEF o Human Rights Watch, los niños que venden productos o mendigan en lugares públicos no deben conservar sus ingresos ni asistir a la escuela. Además, los niños tienen hambre de verse flacos y llorar, lo que provoca más simpatía entre los turistas.
Por estos motivos, es recomendable no dar dinero a un niño que trabaja o mendiga en la calle para que la explotación infantil deje de ser un incentivo, especialmente para las organizaciones criminales que se benefician de la trata de menores.
Si bien la admiración que despierta una niña inteligente como Andrea es comprensible, también debe estar indignada con niños tan explotados. Cada día que pasa vendiendo dulces en la calle es un día en el que no juega ni aprende, alejándose así del sueño de convertirse en veterinario.